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El deseo y la ley de la atracción

AUTORREALIZACIÓN
Publicado de en Artículos · 10 Febrero 2017
Escucho frecuentemente la recomendación de confíar asociada a un refuerzo del pensamiento mágico. Piedras protectoras, o frases del tipo: “pídeselo al universo” se han convertido en la nueva versión de ponerle velas a los santos, y se habla de la ley de la atracción como una formula para conseguir lo que deseamos, pero la ley de la atracción es otra cosa.

La forma más sencilla que se me ocurre para explicar lo que es la ley de la atracción es el ejemplo de las emisoras de radio; Si tengo un receptor que capte las ondas de radio puedo usarlo para escuchar una emisora, pero no podré escuchar varias emisoras a la vez aunque sus ondas estén presentes. De la misma forma lo que se expresa con una energía más sutil que mi nivel de conciencia me pasará desapercibido, y lo que se muestre de forma más burda podré comprenderlo fácilmente pero no me atraerá, lo que realmente me impactará y me ofrecerá oportunidades de crecimiento será lo que se encuentre justo en el nivel en el que estoy en ese momento.

Desarrollar nuestro nivel de conciencia no es más que un proceso de aprendizaje. La pedagogía explica que para aprender algo necesitamos que su contenido sea significativo, es decir que lo podamos asociar con algo que ya conocemos. Si un contenido nos resulta absolutamente desconocido no podremos aprovecharlo (por ejemplo cuando escuchamos un idioma que desconocemos totalmente) y si algo es muy conocido no despierta nuestro interés, nos resulta trillado.

La motivación por aprender se produce cuando los contenidos son significativos; conocemos lo suficiente para poder acercarnos y comprender, a la vez que es lo desconocido lo que nos fascina, lo que nos invita a investigar, a ahondar, a ampliar, a practicar en el caso de una destreza.

Al decir que atraemos las energías que vibran en nuestra frecuencia vibratoria lo que decimos no es que desear algo lo va a convertir en realidad. Evidentemente muchas realidades se crean impulsadas por el deseo de alguien, pero no es la fuerza del deseo la que crea sino la fuerza de la acción.

Si quiero llegar a un lugar tengo que recorrer el camino, es posible que el deseo de estar en ese lugar me impulse a dar los pasos que necesito para llegar, pero son los pasos los que me llevan, y no el deseo. Sentarme a visualizar, a imaginar, a desear no me va a conducir a ningún lugar. Me parece importante puntualizar esto porque está muy extendida la creencia profunda de que el deseo es una fuerza creadora, y esta idea nos hace aferrarnos a una energía que impide la verdadera confianza.

Si consideramos que la confianza y el miedo están en polos opuestos veremos que el deseo no está en el lado de la confianza sino en el lado del miedo. La confianza es una actitud ante la vida, una actitud de apertura a todo, la confianza no rechaza porque cuando confiamos la vida es siempre una oportunidad, se recibe lo agradable y lo desagradable, se acepta, y no se acepta por conformismo sino por un compromiso de vivir la realidad, de vivir la vida que es en cada momento lo que es.

Desear es una energía que se proyecta hacia el futuro. Al desear diseñamos un futuro que nuestra mente considera pleno, feliz o mejor que el presente, y rechazamos aquello que se oponga a lo que hemos diseñado, de esa manera estamos creando barreras que filtran lo que de la realidad puede pasar a nuestra conciencia y lo que no, aquello que no pasa a nuestra conciencia (por haber sido rechazado) pasará a nuestro inconsciente impidiendo que vivamos la realidad, osea la vida que es, y la vida que es es lo único que es, y por lo tanto lo único que merece ser vivido.

Decimos que atraemos lo que necesitamos, como podemos decir que solo vivimos lo que podemos manejar, y es la apertura confiada a la experiencia lo que amplia nuestra conciencia, lo que hace que el mundo de lo posible se ensanche.

De todo corazón deseo que aflojemos confiadamente el deseo y nos llenemos de amor.



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